DESARROLLO SOCIAL Y EMOCIONAL
En cuanto al desarrollo social y emocional los infantes se exponen a diferentes contextos sociales y en cada uno de ellos evalúa su desempeño. La educación emocional que el niño desarrolla en la familia, repercute en su regulación emocional y en su forma de abordar los conflictos; ya que los padres de familia modulan la emotividad. El contexto cultural en el que se desenvuelven los niños suele ser otra variable fundamental que influye en los patrones emocionales y del comportamiento.
Un niño de nueve años se caracteriza por ser sincero y responsable, no suele ser agresivo y puede aceptar su culpa ante cualquier problema que llegue a enfrentar, también es capaz de reconocer y razonar los castigos que le imponen los padres de familia o una consecuencia que le asigna la docente, así como los privilegios, las reglas y procedimientos, que llevan en su vida escolar y en su grupo de amigos. Les agrada sentirse libres y sin la protección de sus padres; ya que creen que toda acción que hacen está bien.
Con los compañeros de clase les gusta trabajar en equipo y compartir las responsabilidades de los proyectos y tareas, de esta manera los alumnos aprende a subordinar sus intereses a las exigencias del grupo. De igual manera mantienen amistades estrechas, eligen a un amigo en especial, procurando que sea de su mismo sexo y evitando acercarse al sexo opuesto durante el juego.
En relación al desarrollo moral los niños en la edad de los ocho y nueve años, se percatan de las similitudes que comparten con sus compañeros respecto a su forma de pensar y manifiestan la necesidad de que haya un respeto mutuo.
De acuerdo con Piaget la concepción de moralidad se desarrolla en estadios importantes que coinciden con los estadios pre operacional y operacional.
Como primer punto entran en contacto con la moralidad obligada, aquí el niño ve el acto de lo incorrecto a lo correcto, ya que no suele ponerse en el lugar del otro, juzga el acto en término de una consecuencia y obedece reglas.
En el siguiente estadio se ubica la moralidad de cooperación, en la cual los niños maduran e interactúan más con los adultos y piensan menos egocéntricamente; juzgan el acto por la intención, no por la consecuencia. Reconoce que la gente hizo y puede cambiar las reglas, permite un respeto mutuo por la autoridad y valoran sus propias opiniones y habilidades. (Papalia, 1992) También afrontan los resultados ante los actos que realizan, por ejemplo cuando el alumno no cumple con la tarea, el efecto es que obtenga una baja calificación; de esta manera asume su responsabilidad. Sin embargo cuando el niño no tiene la responsabilidad de un hecho que se haya presentado en el aula con uno de sus compañeros exige ante todo la justicia, y no permite que se le acuse de algo que no cometió. Lo que hace la docente es muy importante porque en esta etapa el alumno está formando hábitos y una moral autónoma.
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